Hacía tiempo que no me reía tanto, al principio la perplejidad impidió que los músculos de mi boca empezaran a reír, pero luego cada vez que pensaba en la oveja avalando me reía una y otra vez.
Y es que el aval no es más que un corderito que se ofrece a ser sacrificado en caso de incumplimiento del deudor de sus obligaciones.
La crisis nos ha puesto de manifiesto que las deudas no son ninguna broma y que las deudas del Estado y de la Banca son avaladas por todos los ciudadanos que responden con derramas que merman sus rentas con la figura tributaria de turno.
Padres desahucios por avalar créditos fallidos de los hijos, abuelas desahuciadas por avalar créditos a su hija asesinada por su pareja y toda una multitud de avalistas caídos en desgracia nos deberían hacer pensar que avalar un crédito no es ninguna broma a pesar de la banalidad con la que se trata en muchas ocasiones.
Por eso antes de avalar un crédito además de lo que firmemos sería conveniente leer los artículos del 1822 al 1856 del Código Civil.
Aunque sin duda lo mejor es ir con la oveja para que nos avale, si no tenemos ninguna a mano extrememos las precauciones si ocupamos su lugar, y pensemos en nuestra capacidad de pago para afrontar las deudas del avalado.
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